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miércoles, 17 de junio de 2015

Vestigio en el olvido

Algunas veces sólo necesitas memoria. Es cierto que dicen que no se debe vivir en el pasado, pero su recuerdo es el futuro. La memoria del pasado ayuda a recordar pequeños detalles con los que entender cosas, cosas pasadas que pertenecen al futuro.

- Dime, ¿has pensado alguna vez en el pasado?

- ¿Te interesa si pienso en el pasado?

- Silencio.

- Pues si. Lo hago a menudo.

- Y, ¿qué piensas?

- En cuando no era nada. Éramos el polvo del futuro. Y tu, ¿piensas en el pasado?

- Nunca he tenido esa idea en la cabeza. Ni siquiera sé lo que es el pasado.

- Si no hubiese sido por esa danaus chrysippus aún estarías pensando en el pasado.

- ¿Cómo lo sabes? Era tan bonita, colorida y efímera.

- ¡Ves como te acuerdas!. Había tantas letras, tantos números, decenas de risas llenas de inocencia. La luz, entraba por las ventanas, corríamos desesperadamente, había una torre. Exacto, ¡una torre! Tú levantabas tu mano, y yo... yo vivía. ¿Te acuerdas, verdad? Y luego el caracol seguía su rumbo. Aunque en el pasado, yo tampoco sabía que había un caracol. Su imagen me ha llegado ahora, en el futuro. ¿Verdad? ¿Te acuerdas? ¿Te acuerdas?

- No se de qué me hablas.

- El caballo, en forma de ele. Jaque mate.

- Nunca prestaste atención a esas cosas antes. Y el caracol recorría su camino, y ahora pretendes que piense en el pasado, y en la torre, y en nada.

- Si hubiese recordado el pasado fuera del futuro, no sabría describirlo ahora. Ni siquiera el caracol seguiría caminando.

- ¿Cuánto dura un caracol?

- Unos 25 años, no tanto como la mariposa. ¿Te acuerdas?

- No, no me acuerdo. La mariposa, no era una mariposa era una libélula. ¡Ves!, la que no te acuerdas eres tu.

- Ya te lo he dicho, no es bueno ponerle límites a la memoria. Aparece cuando menos te lo esperas. En ese momento en el que justo la libélula se transforma en mariposa, la mariposa dura más que un caracol salvaje, el pasado es futuro, y te das cuenta de que llevas observando inconscientemente los movimientos del caracol más de diez años, comprendes que no quieres que el caracol interrumpa su camino. Los caracoles no escuchan, ni ven, y sólo salen por la noche. Es, en ese momento, cuando entiendes que si el caracol se hubiese parado, justo ahí en la palma de tu mano, apoyándose en un punto fijo, cuando estabas a punto de cogerlo, habría sido como darle azúcar -o incluso sal-.

- ¿Por qué?

- Porque hubiese muerto. Los caracoles no ejercen fuerza sobre puntos concretos.

- Entonces, ¿te arriesgarías?

- Quizás

- Silencio.

- ¿Ya no preguntas?

- Me voy a la cama, ¿te acuerdas?

- ¿De que?

- Me gusta que te acuerdes. La mariposa, el caracol, la torre, la mano, nuestras risas, la ventana, la luz. Y el caballo en forma de ele. Jaque mate. Y, bueno, ¿que hacemos hasta que el caracol pare?

- No va a parar, jamás lo hará.

- Pero, ¿no duraba 25 años?

- Este no, este dura lo que nosotros duremos. Cuando tu dejes de preguntarme y yo de recordarte, entonces parará.

- Me parece bien. Vámonos a la cama.


Inspirada en Virginia Woolf "Kew Gardens"













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